Tui recuerda esta semana a Faustino Rey Romero,
miembro de la Real Academia Galega y párroco denostado por el franquismo, que
encontró en Argentina una muerte extraña
SILVIA R.
PONTEVEDRA -
Poco a poco,
los jardines de Tui se van poblando de desagraviados. Primero le tocó a
Sócrates, cuyo busto fue arrojado al Miño por los falangistas al comienzo de la
guerra, y ahora es el turno de Faustino Rey Romero, un cura que se decía
"anticlerical" y al que el pueblo definía como "demasiado buena
persona". Fue, probablemente, el primer sacerdote que dio misas en gallego
fuera de Galicia o, según cómo se mire, en la quinta provincia, que es Buenos
Aires. Lo hizo de forma habitual, en casorios, bautizos y comuniones, en la
parroquia de Balvanera y cabreando al párroco titular, desde que en 1966 emigró
huyendo del ambiente hostigador de la Iglesia franquista. No había pasado más
que un año desde la primera misa en idioma propio que tuvo lugar en Galicia,
autorización del cardenal Quiroga Palacios mediante, en la parroquia de Las
Capuchinas de A Coruña. A esta orilla del charco, en 1965, los pioneros habían
sido los curas Manuel Espiña y José Morente, nada más clausurarse el Concilio
Vaticano II.
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Fundó la
Romaría Vikinga de Catoira con varios amigos intelectuales
"No sé
en qué verborrea hablas", le criticaba el obispo
A Faustino
Rey, que fue titular de las parroquias de Amorín y Currás, el obispo de Tui,
José López Ortiz, le decía molesto: "No sé en qué verborrea hablas".
Y por sus homilías indisciplinadas, sus críticas a las dictaduras, sus loas a
la libertad, sus amistades literarias, sus tertulias de bar y su doble vida (se
hizo demasiado evidente una historia sentimental), terminó recluyéndolo en el
convento del Carmen de Padrón, y luego en su casa natal de Isorna (Rianxo), sin
parroquias a su cargo, durante tres años.
Allí no
perdió tampoco el tiempo. Seguía alimentando su estrecha amistad con Rafael
Dieste, acudía a actos culturales al margen del régimen, y con Fermín y Luís
Bouza Brey y Maximino Sar fundo el Ateneo do Ullán y puso en marcha la Romaría
Vikinga de Catoira. Cuando el grupo de teatro Airiños fue sancionado por
representar A fiestra valdeira de Dieste, el cura pagó la multa.
Vecinos de
Tui que integran el colectivo Levada Libre, el mismo que hace año y medio
devolvió a los Xardíns da Media Lúa el busto de Sócrates, han organizado todos
los actos que entre hoy y el viernes servirán para honrar la figura de aquel
cura que atendió espíritus en el Baixo Miño y al que todavía muchos tudenses
recuerdan. Un monolito esculpido por Rosendo González, con la caricatura del
clérigo y una inscripción, será inaugurado el viernes por la noche muy cerca
del griego. Los poemas del cura rebelde llevan sonando ya desde hace varios
días en los centros educativos y la radio. Hoy a las 19.30 horas, en la sala
Félix Rodríguez del Área Panorámica, su biógrafo, el rianxeiro Xosé Ricardo
Losada, dará una conferencia que tendrá de postre las anécdotas que cuenten los
vecinos. Y pasado mañana a la misma hora, en San Domingos, Méndez Ferrín, Xosé
Luís Axeitos, Anxo Angueira y Ángel Luis Vázquez de la Cruz participarán en el
principal acto de homenaje, con música y con bailes, que acabará en el parque
con el descubrimiento de la escultura.
Dicen que
por las calles de aquel Tui rígido y fascista, segunda localidad gallega,
después de Ferrol, donde más represaliados hubo durante la guerra, Rey Romero
solía vestir una sotana raída y algo agrisada por el sol y la lluvia. Un día,
en la Corredera, un mendigo le pidió cinco pesetas. Don Faustino se rascó el
bolsillo y no encontró más que tres. "Quédoche a deber dúas", le dijo
mientras le entregaba la diferencia hasta el duro.
Después de
su regreso a Tui, la presión eclesial aumentó. "La vida es dura y
pesa", le escribía a una amiga poco antes de marchar a América, "como
posible evasión de estas desventuras veo el camino de la emigración". En
1966 partió del puerto de Vigo. Faustino Rey, que desde 1950 era académico
correspondente da lingua galega y fue la primera persona que recibió el
Pedrón de Ouro, siguió así, hablando su lengua materna, oficiando en gallego,
escribiendo y publicando versos en gallego, hasta que a finales de 1971
apareció moribundo en el patio de Balvanera. Se había precipitado desde una
balconada. La policía argentina concluyó que había sido un accidente, pero la
familia del religioso todavía cree que se trató de un asesinato. Criticaba sin
la menor prudencia a los dictadores de aquí y de allá.